NUBE NEGRA, EL GRAN HIJO
DEL SOL
Hace mucho, pero mucho tiempo, en una de las tantas tribus esparcidas por
nuestro continente, nació un indiecito, que, para desgracia de sus padres y de
la tribu entera, vino al mundo con un extraño lunar que le cubría casi todo el
rostro, motivo por el cual fue bautizado con el nombre de “Nube Negra”.
Vanos fueron los intentos de sus padres por eliminar lo que
ellos llamaban “La mancha del viaje de nacimiento”. Por más que lo bañaban y
bañaban en todos los ríos y lagos de la región, la mancha seguía allí,
indeleble, tan nítida como el primer día, desafiando los brebajes y conjuros de
los brujos de todas las tribus amigas.
A medida que Nube Negra crecía, iba creciendo también la
angustia de sus padres, pues estaba establecido que todo indígena que naciera
defectuoso debía abandonar para siempre la tribu a las 9 lunas de haber nacido.
Era, pues, un niño todavía, cuando Nube Negra se vio obligado a
dejar a los suyos. Ante el llanto de su
madre y la consternación de su padre, un grupo de guerreros, lo llevó muy lejos
de allí y lo dejó abandonado a su suerte, sin más compañía que su arco y sus flechas
y una mochila con la comida que su madre le había preparado.
Duro, muy duro fue el período de adaptación al medio salvaje;
pero, sobre- poniéndose al hambre y al miedo, Nube Negra pudo al fin
sobrevivir. Había desarrollado al máximo su instinto de supervivencia y había
aprendido a convivir con las demás especies de la naturaleza. Vivía de la caza,
de la pesca y de la recolección de frutos silvestres.
Había aprendido a comer sólo aquellos frutos que los animales
del bosque comían y de esa manera, sin saberlo, había evitado un posible
envenenamiento con frutos no comestibles. Siempre vivió sólo, en lo profundo de
los bosques o en las altas montañas, evitando el contacto con los de su raza
para que no le recordaran su extraño defecto, origen de sus muchas desventuras.
Ya Nube Negra había dejado de ser un niño, para convertirse en
un robusto y apuesto guerrero, cuando en ese entonces sucedió un fenómeno que
nunca antes se había presentado: todos los habitantes de la tierra presenciaron
aterrados cómo una extraña mancha negra iba tapando lentamente al sol hasta
dejarlo completamente cubierto. La oscuridad reinó en aquellos parajes durante
muchas horas y el terror se hizo presente en los corazones de todos los indígenas
de la región. Para aquel entonces nadie sabía, por supuesto, que el extraño
fenómeno no era más que un eclipse de sol.
Y mucho menos lo sabía “Nube Negra” , que en medio de la inmensa
soledad del bosque donde tenía su campamento, sobrecogido por el miedo, no se
le ocurrió otra cosa que emborracharse con una bebida que había aprendido a
preparar, la cual le producía un extraño letargo , que lo hacía dormir
profundamente durante muchas puestas de sol.
Y no pudo percatarse Nube Negra de que el eclipse había
desaparecido ni de que su cuerpo dormido había sido encontrado por unos indios
que se habían internado en el bosque, huyendo, temerosos, del desconocido hasta
entonces fenómeno solar.
Cuando “Nube Negra” despertó por fin, el miedo y el desconcierto
Io invadieron al hallarse completamente rodeado por la más grande cantidad de
guerreros que hubiera visto reunida jamás. Pero, para su sorpresa, ninguno
mostraba una actitud hostil hacía él. Al contrario, todos le miraban con
respeto, casi con adoración, como si él fuera el mismísimo dios de los bosques
y de los ríos.
Confundido, Nube Negra se levantó de su lecho de hojas y al
instante vio, sorprendido, como los guerreros se postraron todos ante él. De
pronto, uno de los guerreros, el de mayor jerarquía, se levantó y dirigiéndose
a Nube Negra, le dijo:
- Tú tener mancha solar. Tú ser Dios Sol que venir durante noche
negra. Nosotros ser tus servidores.
Nube Negra pudo entonces comprender lo que había sucedido. La
mancha Negra que trajo al nacer y que fue la causante de sus desdichas, lo había
convertido ahora en una especie de dios del pueblo indio. Y lo que era considerado una desdicha para su tribu, ahora se convirtió en una moda para estos indígenas: ¡todos querían tener el rostro manchado como Nube Negra!
Y Nube Negra aceptó
su destino y se convirtió, así, en el “Gran Hijo del Sol” y sus mandatos fueron
acatados como ley por todos los indígenas que habitaban, para ese entonces, el
vasto e inexplorado continente.
Jesús Núñez León.
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