EL reloj siempre ha sido,
un amigo en verdad;
sincronía de latidos,
corazón de tictac.
Él el tiempo refleja,
en su faz de cristal;
y, de paso, te enseña
a no ser impuntual.
Tres soldados en marcha,
sus agujas parecen;
y una rítmica danza,
al marchar nos ofrecen.
Una es el segundero,
soldadito a la carga;
y otra es el minutero,
que es la aguja más larga.
Y la aguja más lenta,
la que marca las
horas,
la que lleva la cuenta,
la más corta de todas.
Mecanismo perfecto,
ingeniosa invención;
sería el mundo imperfecto,
sin su cruel precisión.
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