EL SOLDADO QUE NO QUISO
DISPARAR
Camilo era un muchacho como todos los del pueblo: fuerte, sano
y juguetón; pero, se diferenciaba de los demás en que nunca participaba de la
caza de mariposas, ni de las competencias para matar palomas y pajaritos, que
efectuaban periódicamente todos los niños del pueblo.
Estos, molestos, le decían:
- Eres un miedoso,
Camilo. Seguro que le temes a lo oscuro del bosque y a los animales que en él
habitan.
Y Camilo les respondía:
- Muchachos, la vida es un Don de Dios y sólo él tiene derecho a quitarla. Es pecado matar a las criaturas que Dios creó.
Pero los demás niños se reían de él y con el tiempo se fue acrecentando en el pueblo su fama de cobarde y de miedoso.
Años más tarde, se presentó una rivalidad con el condado vecino, el cual le declaró la guerra al pueblo de Camilo.
Todos los jóvenes se vieron obligados a entrar en la contienda y a Camilo, que ya contaba con 18 años de edad, le fue entregado un rifle y un uniforme de soldado, para que participara en la gran batalla final que debía efectuarse a la semana siguiente.
Vanos fueron los intentos de Camilo, de convencer al capitán de su batallón para que lo asignara a la cocina del regimiento o para tocar la trompeta. El capitán le respondía siempre:
- Un mozo tan fuerte y robusto como usted debe matar muchos enemigos. Soldados así son necesarios en el frente de batalla.
Y así fue: A la semana siguiente Camilo se hallaba en pleno campo de batalla, peleando con el enemigo. Pero su rifle no había disparado un sólo tiro. Luchaba contra ellos cuerpo a cuerpo, los derribaba y luego procedía a amarrarlos, causando la extrañeza de los soldados enemigos.
En medio del combate, Camilo se asomó a una hondonada y sorprendió a un soldado enemigo escondido en ella. El primer impulso del soldado fue soltar su arma y rendirse, pero al ver que Camilo no tenía disposición alguna de disparar, levantó su arma y la disparó contra Camilo hiriéndolo en un hombro. Y fue así como Camilo fue hecho prisionero por el enemigo.
A los Generales de ambos bandos, les entregaban cada día los pormenores de todo lo que ocurría en el campo de batalla y por lo tanto ambos fueron enterados de la extraña conducta de Camilo. El General de su regimiento se preguntó ¿Seguirá Camilo tan cobarde como siempre? ¡Pronto lo averiguaré!.
Cuando al fin terminó la guerra los dos pueblos se reunieron para festejar el gran acontecimiento. La gente del pueblo de Camilo estaba convencida de que éste iba a ser juzgado por un consejo de guerra, por su actitud, que ellos catalogaban de cobarde y de antipatriótica.
Durante la fiesta, se hizo un receso para homenajear a los caídos en la contienda y para otorgar la medalla del valor al soldado que hubiera demostrado mayor valentía durante la misma.
Uno de los Generales tomó la palabra y dijo:
- Por unanimidad, el alto mando militar de ambas fuerzas, ha decidido otorgar la Medalla del Valor, al soldado Camilo, porque se necesita más valor en la guerra para no matar a un semejante, pudiéndolo hacer, que para matarlo. Camilo prefirió no disparar, aún a costa de su propia vida; y para eso se necesita ser muy valiente. El nos enseñó que debemos honrar la vida, que debemos respetarla. Yo les prometo que seguiremos el ejemplo de Camilo y que nunca más habrá guerra entre nosotros. ¡Viva la paz! ¡Un aplauso para Camilo!
Todos aplaudieron durante largo rato a Camilo y éste, con lágrimas en los ojos, recibió su medalla del valor. Le parecía estar viviendo un sueño; pero, no, ahí estaban todos los vecinos de ambos pueblos aplaudiéndole y los dos Generales cuadrados militarmente ante él y mentalmente dio gracias a Dios por haberle dado fuerzas para luchar por sus convicciones. Ahora estaba más convencido que nunca, de que siempre había tenido razón: la vida es un Don de Dios y por eso hay que preservarla.
Los habitantes de la región, en honor a Camilo, cambiaron su modo de pensar y aprendieron a honrar la vida y vivieron felices para siempre porque nunca más la guerra se hizo presente en aquel lugar.
Años más tarde, Camilo fue nombrado Gobernador, y supo conducir a su pueblo por los senderos de la paz, del bienestar y del progreso.
Jesús Núñez León.
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