CACRI
En la casa de un señor muy rico, vivían tres perros de raza, enormes, los
cuales se encargaban de cuidar la propiedad por las noches, pues durante el día
permanecían encerrados en un corral, donde disponían de todas las comodidades
imaginables, Eran pastores alemanes y vivían orgullosos de su porte y de su
fortaleza y nadie osaba acercarse a la casa o a sus alrededores por temor a tan
fieros animales.
Cierta vez, el niño menor de la casa regresó de la escuela
acompañado de un perrito que había encontrado abandonado. Se notaba a simple
vista que era un perrito callejero, de raza indeterminada y, para colmo, sucio y feo.
Desde el principio, a los pastores no les hizo ninguna gracia
que tan raro espécimen viniera a compartir la casa con ellos como si fuera de
la familia. De hecho, comenzaron a protestar con aullidos y ladridos cuando el
niño intentó meter al perrito en el corral para alojar al animalito, al que
todos comenzaron a llamar, cariñosamente, Cacri. En vista de esto, el niño le construyó a Cacri su propio corral.
Fue pasando el tiempo y el rechazo y la envidia de los pastores
crecía más y más. ¿Cómo era posible -se preguntaban- que un recién llegado
reciba más atenciones que nosotros que llevamos años aquí? ¿Por qué ese plebeyo
tiene que comer primero que nosotros?
Para mayor desgracia de los pastores, que permanecían encerrados
durante todo el día, el corral de Cacri se mantenía abierto día y noche, pues
se sabía que era un perrito inofensivo y no había temor de que causara algún
daño.
Cierta noche, dos intrusos saltaron la verja que rodeaba la casa,
con intensiones de robar, Enseguida los pastores que
andaban suelto por el jardín
detectaron a los ladrones; pero éstos, que venían preparados, lanzaron un
gran pedazo de carne dentro del corral y los perros inmediatamente se
abalanzaron sobre él. Tan pronto como los animales penetraron en el corral, los
ladrones saltaron y cerraron la puerta
con una gran cuña
de madera, y se dispusieron
a saquear la vivienda,
Una vez que los perros acabaron con el pedazo de carne,
observaron consternados, cómo los ladrones amarraban, uno a uno, a los
habitantes de la casa.
- ¿Cómo hemos podido ser tan estúpidos? - se preguntaron los pastores.
— Ladremos -dijo uno de ellos- para ver si los vecinos se
despiertan, pero recordaron que la casa cercana quedaba a kilómetros de
distancia.
—Saltemos, -dijo otro- -pero inmediatamente se dieron cuenta que
era imposible hacerlo por lo alto de la cerca del corra.
— Hay que empujar la puerta -dijo el tercero- Pero cada vez que
empujaban, la cuña de madera que habían colocado los ladrones, se afincaba más
en la tierra.
Afligidos, los pastores comenzaron a revolcarse en la tierra,
cuando de pronto oyeron un ladrido y se incorporaron prestamente. Era Cacri que
intentaba llamar su atención desde fuera del corral. Los pastores saltaron de
alegría al ver a Cacri, pero inmediatamente
su alegría se tomó en decepción ¿cómo podría un animal tan pequeño
remover la enorme y pesada cuña de madera?
Ya comenzaban a aullar de impotencia cuando Cacri, enseñándoles
un pedazo de cuerda que había conseguido, les dijo;
- Amarraré un extremo de esta cuerda a la cuña de madera y el
otro extremo se los pasaré a ustedes para que halen con todas sus fuerzas y así
la puerta quedará libre.
Los pastores se miraron avergonzados y reconocieron que Cacri había sido más inteligente que ellos. Tan pronto la puerta quedó abierta, Cacri les dijo;
- Ahora hagan ustedes su trabajo. Los perros pastores inmediatamente
se abalanzaron sobre los sorprendidos ladrones, los cuales rogaban al dueño de
la casa para que les quitara a aquellos animales de encima. Los pastores ayudaron a desamarrar al amo y a sus familiares, quienes con las mismas cuerdas
amarraron a los aterrorizados ladrones y los llevaron a la policía.
Los pastores nunca más se burlaron de Cacri y desde entonces
le brindaron la hospitalidad de su corral y las comodidades del mismo.
Pero cuando le pidieron encarecidamente, que se mudara al corral
con ellos, Cacri les respondió socarronamente:
- No les parece que es mejor que yo viva en libertad, por si los
volvieran a engañar...?
Jesús Núñez León.
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