EL NIÑO DESOBEDIENTE
Hubo una vez un niñito muy desobediente a quien todos llamaban
Nobedezco, precisamente porque nunca hacía caso de lo que le decían y
continuamente menospreciaba los consejos que sus padres y maestros le daban,
Sus padres le tenían prohibido bañarse en e! río que pasaba
cerca del pueblo, porque era muy caudaloso y más de una vez se habían ahogado
en él, tanto personas corno animales.
Una vez, al salir de la escuela, Nobedezco, desobedeciendo una
vez más, en lugar de dirigirse a su casa se fue derechito hasta el río, con la
finalidad de darse un baño. Como el lugar estaba, solitario, se quitó el
uniforme de la escuela y se sumergió en las frías aguas.
Tan absorto estaba Nobedezco disfrutando del baño, que no pudo
percatarse de que un mendigo que pasaba, al ver la ropa tirada en el suelo, se
la llevó creyendo que alguien la había abandonado allí.
Nobedezco salió del río y palideció al no ver su ropa en el
sitio donde la había dejado. En vano buscó por todos lados. No encontró ni
rastros de ella. El frío, el hambre y el miedo comenzaron a intranquilizarlo y
las lágrimas rodaron por su rostro: ¿Cómo podría regresar sin ropas a su casa,
si para ello tenía que atravesar todo el pueblo? Tendría que esperar a que se
hiciera de noche, para ocultarse al amparo de la oscuridad.
Resignado, se sentó
en un árbol caído; pero allí tampoco se sintió tranquilo. Cada vez que
escuchaba algún ruido, salía corriendo, como alma en pena y ¡chupulum! se
zambullía en las aguas del río, ¡Prefería correr peligro de ahogarse y no que
alguien lo viera en semejante estado de
desnudez!.
Apenas se hizo de noche, envuelto en una hoja de plátano y
tomando todas las precauciones, Nobedezco llegó hasta su casa. Encontró la
puerta entreabierta y al amparo de la
oscuridad, entró en la
casa, dejando afuera la inmensa hoja de plátano que lo cubría.
Tratando de no tropezar con nada, se dirigió a su habitación. Pero cuando
apenas había dado dos pasos, se encendió la luz de la sala y allí, en medio de
ella, estaba Nobedezco, completamente desnudo, y sentados a su alrededor y
mirándole, sus padres, hermanos y todos sus compañeros de clase que habían ido
a su casa al conocer su desaparición.
Lleno de vergüenza, Nobedezco corrió hasta su habitación y se
encerró en ella. ¡Qué pena había pasado con sus compañeros! ¡Todavía sentía
escalofríos cada vez que se acordaba! Allí, en medio de la sala, con gusto
hubiera querido que se lo tragara la tierra. Recordó, entonces, que todo le
había sucedido por culpa de su desobediencia. ¡Nunca más volvería a desobedecer
a sus padres!
Y fue tal el empeño que puso en cumplir su promesa que, en muy
poco tiempo, Nobedezco se convirtió en el niño más obediente y querido del pueblo y sus padres,
familiares y amigos tuvieron siempre la
suficiente discreción como para no recordarle jamás el vergonzoso episodio que
había protagonizado.
Jesús Núñez León.
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