No ha de haber nunca mentiras
en el alma de los niños,
no ha de haber furia, ni ira,
sólo un pozo de cariño.
No ha de haber nada más bello,
que un niño abrazado al cuello
de su madre, con amor.
No ha de haber mayor tesoro
que el sonrojo y el rubor:
¡Valen mucho más que el oro
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