Cuando uno era un infante siempre había
algún muchacho a quien se tenía por rival
y una pelea o discusión si sucedía
era más bien una conducta natural.
Se competía a ver quién corría más
o en la lucha quién tenía más reflejos,
o quién lanzaba una piedra lo más lejos.
Encuentros hubo de indios y vaqueros
y también de policías contra ladrones,
pero honestos eran todos y sinceros
y la ruindad nunca enturbió sus corazones.
con un vecino de nombre Juan José,
un trompo en la escuela, él me botó
y yo sobre un pupitre lo empujé.
Pero, en la puerta de la escuela él me esperó
para cobrarme con creces esa ofensa:
y una pela obtuve yo de recompensa.
Desde allí no nos hablamos nunca más
cada quien tomó su rumbo por la vida
y la existencia inexorable en su compás
se encargó de restañar nuestras heridas.
Y andando el tiempo después me sucedió,
que un accidente me llevó hasta el hospital
¿y la vida la enseñanza que me dio?
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